El bosque de caldén solía ser especialmente
abundante en La Pampa, representaba el 24% de la superficie provincial. Hoy, se
ha perdido más de las dos terceras partes de su bosque de caldén original. El
sobrepastoreo, el fuego como herramienta de manejo para la obtención de mejores
pasturas para el ganado, la tala indiscriminada y el avance de la frontera
agrícola, aceleraron el empobrecimiento del escaso bosque subsistente. Esto
impide que la masa boscosa pueda cumplir sus funciones ecológicas y ambientales
eficientemente. La pérdida del caldenal afecta además a numerosas especies de la flora y fauna que necesitan de él para
vivir convirtiéndose así en un ecosistema sumamente vulnerable.
Pocas áreas protegidas resguardan hoy porciones de los
antiguos bosques: el Parque Nacional Lihué Calel, Reserva Provincial Luro,
Pichi Mahuida y marginalmente la Laguna de Guatraché. Menos del 1% del espinal
se encuentra protegido. Urge la confección de un proyecto serio para la conservación
del bosque de caldén.
A pesar de la existencia
de la Ley de Presupuestos Mínimos de Protección de Bosques Nativos Nº 26.331
donde impone a todas las provincias el Ordenamiento Territorial de sus bosques
nativos donde no se podrán autorizar desmontes. Si bien La Pampa ha venido
trabajando a través de su Subsecretaría de Ecología no ha cumplimentado con el
deber que le impone la norma nacional.
La Constitución Nacional en su artículo 41
establece que todo ciudadano tiene el deber de preservar el ambiente. Cada uno
de nosotros puede desde su lugar contribuir a la conservación de los espacios
naturales que aún resisten. Esencialmente porque no podemos privar a las
generaciones futuras de apreciar y disfrutar de un hábitat único en el mundo y
patrimonio exclusivo de los argentinos.
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